Cuando la maternidad obliga a redefinir la adolescencia

En el Centro de Primera Infancia de FUNDAMIND, ubicado en el barrio porteño de Balvanera, una de cada cinco mamás lo fueron por primera vez siendo adolescentes. Este Centro Maternal, todos los días abre sus puertas a 200 niños y niñas de 2 y 3 años y se brindan alimentos a 300 familias más, además de talleres para madres y padres. Este año se inauguró una nueva sala para 25 bebés de hasta 1 año.

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“Cuando quedé embarazada, mi pareja y yo vivíamos con mi mamá y mis cinco hermanos. Yo no trabajaba ni estudiaba.”

El panorama que describe Cintia puede ser el de cualquiera de las 300 chicas que cada día se encuentran con la maternidad aún siendo adolescentes.

En nuestro país, en efecto, el 16% de los nacimientos proviene de madres de entre 15 y 19 años, aunque en algunas provincias ese porcentaje asciende al 25.

Un dato clave es que dos de cada tres de esas chicas no planearon su embarazo y la mayoría no usaba métodos anticonceptivos.

La falta de educación sexual integral en la escuela -a pesar de que una ley la establece- y falencias en el sistema sanitario para atender la salud sexual de las y los adolescentes son algunos de los desencadenantes.

Ahora bien, una vez que son madres, otros desafíos aparecen en el horizonte y pueden complicar seriamente el desarrollo educativo y social de las jóvenes.

Una de las primeras necesidades es encontrar vacantes en jardines materno-infantiles para que el niño reciba la atención adecuada y la madre adolescente pueda continuar o iniciar sus proyectos de vida.

En el Centro de Primera Infancia de FUNDAMIND, ubicado en el barrio porteño de Balvanera, una de cada cinco mamás lo fue por primera vez siendo adolescente. Todos los días, este Centro Maternal puertas sus puertas a 200 niños y niñas de 2 y 3 años y se brindan talleres para madres y padres. Este año se inauguró una nueva sala para 25 bebés de hasta 1 año.

La mayoría de ellas tenían pareja estable pero no convivían. El embarazo las colocó en la alternativa de lograr una vivienda. El tema no fue fácil de resolver y buscaron ayuda en sus padres, sin haber obtenido, aún, independizarse.

Temporariamente, algunas alcanzaron a alquilar una habitación en un cuarto de hotel, pero luego -por falta de trabajo- tuvieron que volver a la casa de sus familias originales.

De todas estas mamás adolescentes, solamente cinco lograron sostener la secundaria por la posibilidad que brindan algunas escuelas de gestión estatal de dejar a los niños en la guardería del establecimiento. Las demás lograron trabajos esporádicos como volantear o ayudar en la venta en la vía pública a sus familias.

Hay una diferencia entre no planificado y no deseado, porque algunas adolescentes pudieron no haberlo planificado pero aún así haberlo significado de modo positivo para sí mismas”, aclaran desde la Dirección de Juventud de la Ciudad de Buenos Aires.

“Algunas pueden entender estos embarazos como un modo de construir un proyecto propio. Estos matices son necesarios para no victimizar a las adolescentes desde una mirada paternalista.”

La  maternidad en la adolescencia es más frecuente en sectores en situación de vulnerabilidad y las que tienen menor nivel educativo. Según la Encuesta sobre Condiciones de Niñez y Adolescencia, casi un cuarto de las madres adolescentes no llegó a terminar la educación primaria.

Tal como sucede a nivel nacional, al interior de la Ciudad existen brechas más o menos significativas en relación a la maternidad adolescente. Mientras que en las zonas norte y centro el porcentaje de jóvenes de 15 a 29 años que tuvieron su primer embarazo antes de los 20 es del 56,4% y 56,9% respectivamente, es 10 puntos mayor en la zona sur de la ciudad (66,1%).

Para prevenir los embarazos no deseados, es vital que varones y mujeres conozcan desde chicos cómo funciona su propio cuerpo, sepan cuidarse de abusos y otras formas de violencia y aprendan a cuidar a sus pares.

Si son capaces de planificar, ejercer con responsabilidad y disfrutar su vida sexual y reproductiva, podrán también ser evitados los abortos, las enfermedades de transmisión sexual, los abandonos del sistema escolar, muchos problemas habitacionales y otros traumas que deben atravesar las y los adolescentes cuando se ven privados de recibir información clara, atención médica y métodos anticonceptivos en los centros de salud y hospitales públicos.

Amnistía Internacional advierte que otra dimensión importante del fenómeno del embarazo adolescente es la repitencia. Es decir, un quinto de los nacimientos que ocurren anualmente son de madres adolescentes que ya han tenido uno o más hijos.

La conclusión es que no se logra un adecuado seguimiento por parte de los servicios de salud que permita brindar herramientas concretas a jóvenes y adolescentes que atraviesan un primer embarazo para prevenir futuros embarazos no deseados. En estas condiciones, las estadísticas proyectivas señalan que 4 de cada 100 tendrán su segundo y hasta tercer hijo antes de cumplir los 15 años.

La comparación con la población total muestra que las madres adolescentes se encuentran en una situación de vulnerabilidad y con desventajas frente a la población de madres adultas: corren más riesgos sanitarios, psíquicos, emocionales y sociales y por ende sus derechos no se encuentran garantizados.


Cintia tuvo a su primer hijo a los 17 años. En ese momento estaba de novia con el padre de sus dos hijos. El mayor concurre a salita de 2 años en Fundamind y ahora está a la espera de conseguir vacante para el más chiquito, de diez meses.

“Al principio tenía temor de no poder criar a mi bebé, pero luego, con la ayuda de mi mamá y mi pareja, logré sentirme muy bien como madre. Tuve mi segundo hijo y al poco tiempo me separé del padre”, cuenta.

Es otra situación habitual y que obliga a las jóvenes madres a replantear la crianza de sus hijos. “Se ausentaba, no teníamos noticias de él y no aportaba económicamente. Le planteé que tenía que irse de la casa de mi mamá y finalmente se fue. Quiero mucho a mi hijitos y deseo que puedan crecer bien.

Tanto Cintia como muchas otras madres, al decidir tener un hijo o hija, estan buscando acompañarse con más fuerza entre los hermanos de la familia, aportando otro. Sus hijitos parecen uno más de dos familias numerosas. Aparecen como una tierna novedad a la que hay que brindarle ayuda y amor.

Ellas hacen un esfuerzo que no alcanza para mantener a sus hijos. Brindan mucho amor a sus pequeños y necesitan reforzar el amor que sus madres sienten por ellas. Compartida con sus parejas o no, la decisión de tener a sus hijos, derivó en que  la responsabilidad recayó en ellas y en sus madres.

En los casi 30 años de FUNDAMIND, estas situaciones se repiten continuamente. Otras madres y padres adolescentes han dejado sus niños a total cuidado de abuelos y/o tío/as. Algunos vuelven a verlos y otros no logran acercarse al lugar donde los dejaron. Distintas oportunidades se les presentaron al crecer: otras parejas, drogas y alcohol, trabajo que la/os lleva lejos.

Atravesar la adolescencia creciendo como madres es un proceso que incluye desesperación, angustia, amor y -especialmente- demanda de ayuda a las familias para poder lograr ser madres responsables. Quienes logran una crianza digna para sus hijo/as difícilmente pueden hacerlo sin ayuda de familiares o en algunos casos, del Estado.

Marisa Mujica, directora del Área Sociocomunitaria de Fundamind.


 A nivel mundial, la tasa global de embarazo adolescente y/o tasa media de natalidad muestra un nivel alto estimado en 49 por 1.000 mujeres de entre 15 y 19 años.

  • La tasa más alta se encuentra en el África Subsahariana y, en segundo lugar, en Latinoamérica y el Caribe.
  • En la Argentina hay 700 mil nacimientos por año. El 16% proviene de madres adolescentes de entre 15 y 19 años (en algunas provincias equivale al 25%).
  • Más de 3000 son de niñas de 10 a 13 años.
  • El 69% de esas mujeres adolescentes no planearon ese embarazo.
  • 4 de cada 10 madres adolescentes se quedaron embarazadas en su primera vez.
  • En la Ciudad de Buenos Aires, el 7,7% de las adolescentes de 15 a 19 años de la Ciudad son madres, y el 11,3% estuvo embarazada alguna vez.

¿Qué derechos tienen las alumnas embarazadas que cursan sus estudios?

En Capital Federal poseen un plazo máximo de inasistencias justificadas, continuas o fraccionadas, de 45 días y podrán ser utilizadas antes o después del parto. En la provincia de Buenos Aires este plazo comprende sólo 30 días. En caso de embarazo múltiple estos plazos se extenderán 15 días más a partir del nacimiento.

Una vez que el niño nació, las madres que justifiquen estar en período de lactancia podrán retirarse cada día del establecimiento educativo para dar de mamar a su bebé. En Capital Federal se le da un plazo de ausencia de 1 hora diaria mientras que en la provincia de Buenos Aires podrá abandonar el lugar durante dos horas diarias.

Los alumnos que van a ser padres tienen, sólo en Capital, 5 inasistencias justificadas a partir del día del nacimiento o el siguiente, plazo que se extiende a 10 días en caso de embarazo múltiple.


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