...junto a chicos y "grandes"

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19/10/2025

Madres (e hijos) en riesgo: pobreza, precariedad y violencia

Más de dos millones de hogares están a cargo de mujeres solas. Un tercio de ellos están bajo la línea de pobreza. En el AMBA, sólo un tercio de los niños de hasta 4 años accede a un jardín maternal o de infantes, lo cual obliga a las madres a doblegar los esfuerzos diarios. Y el dato más cruel: en los últimos diez años, más de 4 mil niños y niñas quedaron huérfanos a causa de los femicidios.

Cada tercer domingo de octubre, las familias argentinas celebran el Día de la Madre. Pero detrás de los saludos y las flores, miles de mujeres en todo el país atraviesan una realidad marcada por la vulnerabilidad social, la precariedad habitacional y la violencia de género. 

Según los datos del Censo Nacional 2022, alrededor del 15% de los hogares argentinos son monoparentales. Y de ellos, el 80% están a cargo de una mujer. Esto equivale a más de dos millones de hogares donde una sola persona adulta —la madre— sostiene el cuidado, la crianza y el ingreso familiar.

Esta tendencia, que crece desde hace dos décadas, muestra un cambio profundo en la estructura social y familiar argentina. Las familias monomarentales no son una excepción: son una parte creciente de la realidad urbana y popular. Y son, también, un termómetro de las desigualdades estructurales.

En estos hogares, las madres enfrentan una doble jornada permanente: la del trabajo remunerado, muchas veces informal o precario, y la del cuidado, que recae casi enteramente sobre sus hombros. “

La pobreza tiene rostro de mujer

Los indicadores económicos confirman lo que los testimonios muestran con crudeza. Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), la incidencia de la pobreza es significativamente mayor en hogares con jefatura femenina: más del 31% de estos hogares están por debajo de la línea de pobreza, frente al 27% de los hogares con jefe varón.

En el caso de los hogares monomarentales, la situación es todavía más grave. Distintos estudios —entre ellos, los de UNICEF y el Ministerio de Economía— estiman que entre seis y siete de cada diez niños que viven con una sola madre se encuentran bajo la línea de pobreza. En los barrios del conurbano bonaerense, la proporción puede ser aún mayor.

Esta desigualdad no se explica sólo por los ingresos. Las mujeres que sostienen hogares solas tienen menores oportunidades laborales, mayores tasas de empleo informal y mayores responsabilidades de cuidado que les impiden acceder a trabajos formales de jornada completa.

 

Déficit habitacional y vidas al límite

La vivienda es otro frente crítico. El Observatorio del Hábitat de la Provincia de Buenos Aires estima que más de tres millones de personas en el AMBA padecen algún tipo de déficit habitacional, ya sea por hacinamiento, precariedad estructural o falta de acceso a servicios básicos.

Entre las familias monoparentales, esta carencia es aún más visible. Muchas madres viven en alquileres informales, habitaciones compartidas o viviendas familiares de las que pueden ser desalojadas en cualquier momento. En los barrios populares, los alquileres informales se pagan mes a mes, sin contrato ni protección legal.

“Mi casa es una pieza de chapa en el fondo de la casa de mis suegros. Si discuto, me echan. No tengo a dónde ir con los nenes”, cuenta Sandra, madre de tres, en un relevamiento realizado por Fundamind en el oeste del conurbano.

Las políticas habitacionales existentes —como los créditos o los sorteos de vivienda social— resultan, en la práctica, inaccesibles para estas mujeres: no cumplen los requisitos formales, carecen de ingresos comprobables o viven en zonas donde la oferta pública es escasa.

El costo invisible del cuidado

La sobrecarga de cuidados es una de las causas más profundas de la vulnerabilidad. En el AMBA, sólo un tercio de los niños de hasta 4 años accede a algún espacio educativo o de cuidado. Eso significa que millones de madres no pueden trabajar o estudiar, o deben hacerlo en condiciones de estrés y precariedad.

La economía del cuidado, aunque invisible en las estadísticas tradicionales, representa un factor clave de desigualdad. Según el INDEC, las mujeres destinan el doble de tiempo diario que los varones a tareas domésticas y de cuidado no remuneradas. Para las madres solas, esa carga se multiplica.

En las entrevistas realizadas por Fundamind, muchas madres describieron la misma rutina: trabajo parcial por la mañana, cuidado de hijos por la tarde, tareas domésticas de noche. Casi ninguna cuenta con tiempo libre o espacios propios. 

 

Violencia de género: cuando el hogar se vuelve peligroso

A la pobreza y la precariedad se suma otro factor devastador: la violencia de género. Según el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina, en 2024 fueron asesinadas 247 mujeres en el país, la mayoría a manos de sus parejas o exparejas. En siete de cada diez casos, la víctima era madre.

Esto significa que cientos de niñas y niños quedan huérfanos cada año como consecuencia directa de los femicidios.

El Observatorio de las Violencias de Género “Ahora Que Sí Nos Ven” calcula que, en los últimos diez años, más de 4.000 niños y niñas perdieron a su madre en hechos de violencia machista. Muchos de ellos quedan al cuidado de familiares o ingresan al sistema de protección estatal, con graves secuelas emocionales y materiales.

El caso de Pablo Laurta, ocurrido recientemente, volvió a exponer esta tragedia: una mujer asesinada por su expareja, hijos que quedan sin madre y un sistema judicial que llega tarde. No se trata de hechos aislados, sino de una problemática estructural que atraviesa todas las clases sociales y regiones del país.

Cada femicidio no sólo destruye una vida. Destroza una familia, rompe un círculo de afectos y expone la ausencia del Estado. Los niños huérfanos por femicidio arrastran traumas difíciles de reparar: la pérdida violenta, la ruptura del hogar, el miedo y el desamparo.

En los barrios donde trabaja Fundamind, muchos de estos casos permanecen invisibles. Las familias extensas asumen el cuidado de los chicos como pueden, sin apoyo psicológico ni económico. La contención institucional, cuando existe, suele llegar tarde o de forma fragmentada.

 

El mapa de la desigualdad

La combinación de pobreza, déficit habitacional y violencia de género configura un mapa de vulnerabilidad concentrado en el conurbano bonaerense y en las grandes ciudades. Allí se cruzan los factores estructurales que agravan la vida cotidiana de miles de madres: bajos ingresos, falta de acceso a créditos o vivienda, escasez de jardines y espacios de cuidado, servicios de salud saturados y una justicia lenta o ineficaz frente a la violencia.

Estas realidades conviven con historias de enorme resiliencia y organización comunitaria. En muchos barrios del AMBA, redes de mujeres —comedores, cooperativas, espacios de primera infancia— funcionan como verdaderos escudos de contención. Allí donde el Estado no llega, las madres se organizan para sostener la vida de otras madres y de sus hijos.

Dado este escenario, el Día de la Madre es también una oportunidad para poner sobre la mesa las deudas pendientes con las mujeres que sostienen el país desde el silencio y la sobrecarga. Ellas son las que garantizan el derecho a la infancia en los barrios más pobres, las que resisten el hambre y la violencia, las que aún esperan políticas públicas que las abracen en lugar de castigarlas por su maternidad.

SER MADRE EN LA MISERIA

“El triple crimen del narcotráfico eliminar niñas víctimas en situación de miseria económica, trabajando sexualmente para vivir y -una de ellas- para mantener a su hijo. Esta triple condición de niña,mujer y madre evidencia el contexto miserable en el que vivimos

Y en esta condición de miserabilidad que transitamos surgen opiniones culpabilizando a los padres de las niñas y a las mismas niñas, como si ellas pudieran elegir de qué vivir.

La crueldad de los criminales es siniestra, pero ellos mismos son sumisos agentes de la crueldad de un sistema universal inhumano en el que las guerras para robar territorio y riquezas son legales y en el que el narcotráfico está naturalizado porque al igual que el comercio de las armas destruye vidas humanas.

Los gobiernos más poderosos del mundo actúan con el mayor de los cinismos de todas las épocas que recordamos quienes nos asombramos cuando conocimos por la historia que los cristianos eran arrojados vivos a los leones o que los militares argentinos tiraban a los detenidos-desaparecidos al mar para que alimentaran el mundo marino. 

El cinismo de los que ejercen el poder mundial merece un límite, no solo en los discursos sino en la adopción de medidas internacionales, consensuadas para lograr el bien común de los humanos.”

Marisa Mujica, directora sociocomunitaria de Fundamind.

 

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