Con recursos escasos para afrontar alquileres, aumenta el riesgo habitacional para familias y organizaciones

FUNDAMIND detectó que en los últimos meses la población que acude a su Centro de Primera Infancia (CPI) –ubicado en la Comuna 3 de la Ciudad de Buenos Aires- por los programas alimentarios, educativos y sociales que brinda la organización sufre cada vez más inseguridad habitacional.

“La gente alquila o vive de prestado y cuando no consigue ninguna de las dos cosas, el destino es la calle. Ya ni casas tomadas hay”, advierte la psicóloga Marisa Mujica, directora de Programas Comunitarios de FUNDAMIND. “Podríamos decir que las penas habitacionales son de nosotros, las casitas son ajenas.”

Ocurre que esa problemática habitacional (incrementada a partir de la derogación de la Ley de Alquileres) está presente también en los Centros de Primera Infancia, que también están obligados a alquilar un inmueble para desarrollar sus actividades dirigidas a la primera infancia más vulnerable y, en la mayoría de los casos, deben aceptar las condiciones leoninas impuestas por los propietarios en los contratos, con cláusulas de aumentos trimestrales y en muchos casos canon mensual en dólares.

Es el caso del CPI Raíces de Amor, ubicado en la zona de Parque Avellaneda, que estuvo cerca de ser desalojado luego de tener que renovar el alquiler a un monto –fijado en dólares- inalcanzable para las arcas de este tipo de organizaciones comunitarias.

“Tuvimos que armar una panadería para juntar fondos porque las becas (que da el Ministerio de Desarrollo Humano y Familia del GCBA) no alcanzan”, nos cuenta Anabella Óliver, directora y representante legal de Raíces de Amor, que desde 2017 es la primera contención para 180 niños y niñas que viven bajo la línea de pobreza, una condición que sufre más de la mitad de la población infantil en nuestro país. “No podemos ir mudándonos de un lugar a otro. Hacemos un gran trabajo social con la gente del barrio. Es una situación muy angustiante.”

Desde el Programa Gubernamental Cpis, a cargo de Roberto Candiano, están al tanto de esta grave situación que afecta a la red existente de 70 centros pero al momento no han encontrado alguna solución de fondo a esta problemática y otras que quitan brillo y opacan el gran servicio gratuito que reciben las familias y vecinos de la Ciudad de Buenos Aires, y especialmente los niños y niñas más vulnerables de 1 a 3 años.

En el caso de FUNDAMIND, que gestiona un Centro de Primera Infancia (CPI) con más de 200 chicos, posee un inmueble propio que pudo comprar en el año 2004 con mucho esfuerzo y ayuda de figuras del deporte y el espectáculo, entre ellas el astro Diego Maradona, Adriana Brodsky y Flavio Mendoza, pero hoy sus dificultades pasan por los insuficientes recursos provistos por el Ministerio de Desarrollo Humano y Familia del GCBAliderado por el pastor evangélico Gabriel Mraida- para mantener el personal docente y no docente del CPI de FUNDAMIND.

Esa escasez de fondos está dando lugar a conflictos laborales que devienen en demandas y juicios, poniendo en grave riesgo la sustentabilidad del Programa Gubernamental CPIs en su conjunto y la existencia y actividad misma de cada una de las instituciones que gestionan los distintos centros distribuidos en las distintas comunas de CABA.

La casa donde funciona el CPI FUNDAMIND.

SIN VIVIENDA, SIN HOGAR

En FUNDAMIND acuden familias que, en su mayoría, no pueden pagar los montos del mercado regular de alquileres actual. Y eso impacta directamente en la calidad de vida de adultos y de los niños, que son atendidos en doble jornada en el centro materno infantil ubicado en Balvanera.

Tomás quiere casarse con Graciela, con la que tiene una hijita de 3 años que concurre al CPI FUNDAMIND. Ella aceptaría si pudieran compartir una vivienda en la que pudieran incluir a su hija de 14 y también a la de 11 que tiene Tomás. Pero es imposible.

Graciela vive en un monoambiente que le presta su padrastro. Su hija adolescente necesita tener una mascota para vencer la depresión que padece y los metros cuadrados no dan más que para dos camas, una mesa, cuatro sillas, un placard y un perchero. Tomás y su niña de 11 no caben.

Lo mismo sucede en la casa de los padres de Tomás, que viven bastante alejados, en el conurbano. Ahí les asignaron una habitación a él y su hija mayor. Graciela, la niña de 14 y la hijita de 3 -que tienen en común con Tomás- tampoco entran.

Sólo pueden encontrarse y compartir los fines de semana en la casa de los padres de Tomás, siempre y cuando ninguna de las niñas esté enferma o el tiempo no sea cruel por temperaturas muy bajas o tormentas. Sus vidas y su desarrollo como familia están determinados por la carencia de una vivienda que pueda contenerlos a los cinco. Cuando cuentan su historia, están seguros que los conflictos -que muchas veces derivan en fuertes discusiones- son a causa de la falta de vivienda. Pero se quieren, siguen soñando y estarán unidos hasta que puedan sostener su sueño.

Ellos, como muchos que se esfuerzan intensamente por criar a sus hijos de la mejor manera, se merecen un golpe de suerte del destino de Argentina, para que -con lo que ganen con sus trabajos- logren alquilar una vivienda que les permita vivir todos juntos como lo que son: una familia digna.

¿Qué pasó con la gente en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires durante la cuarentena?

MIL PIBES DUERMEN EN LA CALLE Y UN MILLÓN DE PERSONAS DEPENDEN DE PODER ALQUILAR

Un relevamiento que llevaron adelante organizaciones sociales el año pasado arrojó que casi 10 mil personas duermen en las calles deonce ciudades argentinas, de las cuales un 10 por ciento son menores de edad.

De las personas relevadas casi la mitad dijeron estar por primera en situación de calle. Tres (3) de cada diez (10) llevaban más de 6 años en esa condición y uno de cada cuatro contó que se quedó sin techo por conflictos familiares.

La gran mayoría se encuentra en la Capital Federal, donde hace algunas semanas las autoridades anunciaron operativos para que las personas en la calle vayan a los Centros de Inclusión Social que dispone el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Según datos del Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC), en la Capital Federal residen cerca de tres millones de habitantes (2.890.151 personas), de los cuales el 35%, alrededor de un millón, tiene que alquilar.

A nivel nacional hay unas ocho millones de personas que alquilan –según datos del último censo nacional– y viven una situación dramática que se agrava cada vez más con la actual desregulación en combinación con la inflación y recesión de la economía.

  • En la CABA, la línea 108 -de Atención Social Inmediata- recibe durante las 24 horas consultas y solicitudes de la comunidad sobre asistencia a personas y a familias en situación de calle o vulnerabilidad social, y se encarga de derivar los casos a equipos de profesionales del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat.

EL TECHO YA NO ES UN AGLUTINANTE DE LA FAMILIA

“La definición de familia como el grupo que convive bajo un mismo techo se esfumó. Familia, en la actualidad, es la que quiere seguir unida por amor y cuidado, por respeto y dedicación a la crianza de los hijos. El techo ya no es aglutinante porque no puede compartirse con quienes se desea hacerlo. El techo que cobija es una ilusión.

Horas de trabajo mal pago conducen a la desatención de los vínculos familiares y aún así -trabajando intensamente-no se logra el dinero suficiente para pagar el alquiler de una vivienda digna que aloje a padres e hijos.

Hay padres y madres que viven con alguno de sus hijos en la casa de sus padres y se juntan los fines de semana. Otros de tanto tironeo y cansancio por correr de un lado a otro llevando a los niños, renuncian y se quedan con alguno de ellos -según el espacio que tengan en la casa en la que los alojan- y entonces optan por realizar visitas esporádicas a los otros, llevando algún dinero y comida.

La conservación del amor de pareja logra – en algunos casos- llegar a un acuerdo del que surgen pautas de encuentros que se respetan para sostener la familia. En esos encuentros el amor se reanima, el cuidado de los hijos se discute y a veces se mejora, otras se empeora.”

Marisa Mujica, psicóloga y coordinadora de FUNDAMIND.

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