La Iglesia es la institución que más confianza merece entre los latinoamericanos, de acuerdo con un informe reciente. Más atrás están los medios y, con el índice más bajo, partidos políticos. ¿Qué rol ocupan las organizaciones de la sociedad civil? ¿Cómo la fe y la participación social reafirman la esperanza y el servicio por el prójimo, cuando las instituciones gubernamentales entran en crisis?
El 69 por ciento de los habitantes de nuestra región confía en la Iglesia, bastante más que en la radio y la televisión (49% y 47%, respectivamente) y mucho más que en los partidos políticos, los bancos, los sindicatos y las fuerzas armadas, entre otras entidades gubernamentales y civiles que tienen la aprobación de un tercio de las poblaciones, en el mejor de los casos. Las empresas están a mitad de camino, con un 40 por ciento.
Los datos surgen del informe La confianza en América 1995-2015, publicado hace algunos días por Latinobarómetro, una agencia con sede en Chile que releva las opiniones de 20.000 latinoamericanos en 18 países del continente, con un universo de 600 millones de personas.
En días donde los católicos y cristianos en general -mayoría en el continente- celebran uno de sus principales eventos como son las Pascuas, surge la pregunta de por qué la fe en este y otros credos sigue siendo una de las principales columnas vertebrales que movilizan a nuestras sociedades, mientras el sistema político-institucional más bien parece generar apatía entre los ciudadanos. Pero, además, en este contexto ¿cuál es el rol que juega la sociedad civil organizada a la hora de dar respuestas a demandas materiales y emocionales de los sectores más vulnerables?
FUNDAMIND gestiona un Centro de Primera Infancia (CPI) en el barrio porteño de Balvanera, donde maestras jardineras, cocineras, psicólogas y otras profesionales y voluntarias trabajan diariamente para responder a las necesidades de 200 chicos y chicas de 2 a 4 años y sus familias.
“En nuestra organización, no solo educamos, contenemos y brindamos salud y las comidas diarias para que los niños puedan crecer saludablemente. También apostamos a guiar a los niños con fe, valores morales y espirituales, a establecer vínculos de confianza entre los niños y los adultos referentes de la fundación y a desplegar mucha creatividad para dar respuestas a los múltiples desafíos que se nos presentan en nuestra tarea diaria”, expresó el presidente de FUNDAMIND, Gerardo Mitre.
Lo trascendente y lo solidario, de la mano
En el marco del Bicentenario de la Independencia Nacional, conmemorado el año pasado, la Conferencia Episcopal Argentina reconoció que “la calidad de vida de las personas está fuertemente vinculada a la salud de las instituciones de la Constitución, cuyo deficiente funcionamiento produce un alto costo social”. Según el último informe de la UCA, en nuestro país hay 2,7 millones de personas que sufren hambre y 13 millones en situación de pobreza.
Daniel Arroyo, especialista en políticas sociales con experiencia como funcionario en varias gestiones, precisó que hay “un crecimiento fuerte de la re-religiosidad y de la espiritualidad, con mucha gente buscando conectar su vida cotidiana con lo trascendente, con lo solidario, y por eso es creciente el número de voluntarios que ponen el cuerpo, que se la juegan, y es creciente la cantidad de entidades que se van organizando y van prestando servicios solidarios y que van luchando por los derechos humanos cotidianos”. En ese sentido, sugiere que “el abordaje territorial de las políticas sociales debe ser sinónimo de articulación del Estado con la sociedad civil y las comunidades religiosas y de la presencia de las redes solidarias de acompañamiento y de promoción de las familias”.
En cuanto al voluntariado, que sostiene día a día gran parte de esas acciones, un alto porcentaje se organiza y administra a través de órganos religiosos, incluido el trabajo de gobernanza sobre cuestiones relacionadas con la paz, la justicia social, la desigualdad y el cambio climático, señaló Naciones Unidas en su último informe sobre el estado del voluntariado en el mundo.
Un párrafo especial merece la participación de los jóvenes, “especialmente importante en aquellos países donde la juventud es mayoría y donde los rápidos cambios sociales están provocando perturbación, la desaparición de las estructuras tradicionales y desempleo”.
A la hora de referirse a América Latina, destacan los movimientos campesinos, los sindicatos y las organizaciones de mujeres. En un contexto en el que “determinados gobiernos propugnan la que definen como una agenda más justa desde una perspectiva social, los espacios para la acción cívica se han ido cerrando y se intensifican las crisis de representación y confianza, debido al descontento de los ciudadanos con diversos agentes de gobernanza”.
La Ley (Nº 25.855) de Voluntariado Social, promulgada por el Poder Ejecutivo en enero de 2004, tiene por objeto promover el voluntariado social, instrumento de la participación solidaria de los ciudadanos en el seno de la comunidad, en actividades sin fines de lucro y, regular las relaciones entre los voluntarios sociales y las organizaciones donde desarrollan sus actividades.
No hay cifras exactas a nivel global pero se puede realizar una aproximación a través del estudio comparativo que llevó adelante en 36 países de todos los continentes (entre ellos, Argentina) la Universidad Johns Hopkins, en el que fueron relevadas unas 140 millones de personas que trabajan como voluntarios. Si conformarán un país, serían el noveno en cantidad de población. Su actividad representa, además, un monto anual de 400 mil millones de dólares equivalente, en promedio, al 2.7 por ciento del PIB en los países desarrollados y 0.7 por ciento en los países en vías de desarrollo.
Observado mediante otras cifras, puede decirse que el 44 por ciento de la fuerza de trabajo de las organizaciones de la sociedad civil (OSC) son voluntarios, lo cual equivale a contratar a 20.8 millones de trabajadores de tiempo completo. En Argentina, este estudio fue ejecutado por el Centro de Estudio de Estado y Sociedad, que estimó el número voluntarios en entidades no lucrativas en alrededor de 2.200.000.
De acuerdo con la información publicada, el sector exhibe una gran importancia tanto por su participación en el empleo (3,7%) como por su peso dentro del Producto Interno Bruto del país (3,2%). A nivel de subsectores, es un importante productor en las áreas de educación, salud, recreación y servicios sociales.
En la Ciudad de Buenos Aires, son casi 3 mil las organizaciones de la sociedad civil orientadas a la acción comunitaria. A nivel nacional, el Consejo de Coordinación de Políticas Sociales (Cenoc) tiene registradas a unas 16.500, con un crecimiento de las que se dedican a la educación y la cultura y un peso menor sobre el total de aquellas que abordan cuestiones sociales, relacionadas al trabajo o al deporte y la recreación. El territorio porteño es el que más cantidad nuclea, en contraste con Catamarca, Santa Cruz y Tierra del Fuego.